domingo, 13 de junio de 2010

LA OBRA DE NUESTRAS MANOS

“No tenemos en nuestras manos la solución para los problemas del mundo. Pero frente a los problemas del mundo tenemos nuestras manos”. Así reflexiona Mamerto Menapace en uno de sus tantos escritos.

Como vos y como yo, todos tenemos la posibilidad de apreciar el valor de nuestras manos, para hacer con ellas las tareas y acciones que de manera cotidiana la vida nos propone.

Existe un valor que concuerda y se asocia de manera perfecta con nuestras manos. Es el valor de la laboriosidad.

Ponemos nuestras manos al servicio de la laboriosidad cuando nos dedicamos, cuando somos constantes, cuando somos capaces de perseverar y de cuidar aquella tarea, aquella actividad, aquella obra pequeña o majestuosa, que iniciamos.

La laboriosidad es indispensable en toda actividad, en las tareas que son obligatorias y más aún en aquellas que emprendemos por voluntad propia, en grupos, en comunidad, al servicio de los demás, por entretenimiento o como ocupación de nuestro tiempo libre.

Las actividades humanas tienen un sentido que transciende a quien las ejecuta, tienen un valor implícito que acarrea beneficios a quien las hace y también pasan a formar parte de nuestra cultura.

En la oscuridad ilumina más, encender una vela, que explicar todos los beneficios del sol. Si ponemos nuestras manos al servicio de una obra, de un sueño, muchas utopías podrán lentamente, fecundamente, convertirse en realidad.

Cuando seamos capaces de entregar libremente nuestras manos para ayudar, para aportar, para crear, para trabajar, estaremos construyendo y engrandeciendo la cultura de nuestra sociedad, a pesar de esto, es posible que nos demos cuenta que nada ha cambiado en nuestra realidad. Pero si es nuestra actitud la que cambia! Pronto nos daremos cuenta que todo se va modificando.

Vale la pena reflexionar y descubrir la misión de nuestras manos, poder salir de la queja y la inactividad que conducen a la esterilidad.

Manos que hacen, manos que crean, manos que sirven, manos que obran, manos que bendicen, manos que ayudan, socorren y consuelan.

Hacen falta manos esperanzadas, confiadas, optimistas que sean capaces de sembrar en la aridez del invierno, que sean capaces de esparcir semillas en esa tierra que parece reseca y estéril.

Hacen falta manos que sigan creyendo que después de cada frío y destemplado invierno se acerca una iluminada y colorida primavera.

¡No le pongamos límites a la vida!

Cultivemos en nosotros y en los demás actitudes laboriosas, zambullamos nuestra alma, nuestra vida en actividades que nos recreen, que nos alegren, que nos ilustren, que nos hagan descubrir y sentir útiles.

No pensemos que todo está perdido. Todo está perdido si no nos animamos a mirar con otros ojos, si no nos animamos a obrar con nuestras manos, si no nos animamos a poner todas las energías para alcanzar algún sueño.

La peor derrota es la de aquellos que se desaniman. ¡Se puede, sólo tenemos que desentrañar nuestras convicciones y vivirlas con coraje y con coherencia.

El presente y el futuro está en las manos de aquellos que poseen la valentía de soñar y tienen el coraje de correr el riesgo de vivir sus sueños.

Cuanto más grande es el esfuerzo que ponemos en lograr algo, mayor es la alegría que experimentamos al conseguirlo.

No lo olvidemos…, frente a los problemas del mundo tenemos nuestras manos… Sólo falta decidirnos, ponernos de pie y con renovado fervor proclamar: ¡MANOS A LA OBRA!


Elsa Inés Garro
Vice directora Esc. Nº1266 "JUANA AZURDUY"

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